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domingo, 2 de octubre de 2011

El reloj

EL RELOJ

Al morir su marido, la señora Petunia se acostumbro a dormir con el reloj de su difunto esposo pegado a la oreja. Noche tras noche el tic tac la tranquilizaba hasta caer rotundamente en un sueño, que misteriosamente siempre tenía que ver con relojes estrambóticos.

Una noche tuvo un movimiento involuntario que hizo modificar la hora que tenía asignada el despertador del reloj, y así pues emitió un estridente sonido a las seis y media que despertó a la señora Petunia. Por su avanzada edad no se dio cuenta de la hora que era, así que se vistió, dio de comer a pantuflas y calcetines, sus preciosos gatos siameses; desayunó abundantemente como todos los días y se encaminó a llamar a su hija como tenía apuntado en la agenda. ¡Qué sorpresa se llevó cuando su yermo descolgó el teléfono y le reveló la hora que era! La señora Petunia se sintió muy avergonzada, y después de pedir mil disculpas volvió a la cama, lo malo es que con el traqueteo del reloj esta vez no se pudo dormir.

-Supongo, que va ya siendo hora que me olvide de ti. Mi querido Fernando nos veremos en el cielo.- Y nada más decirle esto al reloj lo guardó en el cajón de la mesilla.

Petunia cerró los ojos, y nada más realizar este gesto su cabeza se empezó a llenar de ruidos de relojes. Percibía absolutamente todos los relojes de la casa, así pues enfadada y cansada como estaba. Decidió por levantarse e irles quitando la pila a cada uno de los relojes. Empezó por el de su mesilla, siguió por el del baño, luego por la cocina, a lo que le siguió el salón. Había terminado su trabajo y ahora estaba dispuesta a dormir, pero de repente entre los maullidos de Pantuflas y calcetines oyó el reloj de su se marido Fernando que seguía sonando sin cesar, esta vez no se sabe la razón sonaba más fuerte.

La señora Petunia estaba tan malhumorada que de haber sido cualquier otro objeto el que emitía el sonido lo habría destrozado de cualquier manera, pero al ser ese reloj, lo único que haría sería quitarle las pilas. Pero, al llegar de nuevo a su habitación y abrir el cajón, casi le da un infarto al darse cuenta de que el reloj había desaparecido. La pobre señora Petunia estaba al borde de la locura. El reloj cada vez sonaba más y más y más.

Sucedió entonces cuando un gran despertador sonó. Petunia se despertó y comprobó que a su lado se encontraba Fernando con su preciado reloj. La señora petunia resopló y por si las moscas le arrebató el reloj a su marido y lo donó a una ONG

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