Introducción

Bienvenidos a mi no libro, donde podréis leer mis cuentos, relatos e historias. Comentar sobre lo que mas os guste :)
Atentamente Cimenitrix

domingo, 2 de octubre de 2011

El reloj

EL RELOJ

Al morir su marido, la señora Petunia se acostumbro a dormir con el reloj de su difunto esposo pegado a la oreja. Noche tras noche el tic tac la tranquilizaba hasta caer rotundamente en un sueño, que misteriosamente siempre tenía que ver con relojes estrambóticos.

Una noche tuvo un movimiento involuntario que hizo modificar la hora que tenía asignada el despertador del reloj, y así pues emitió un estridente sonido a las seis y media que despertó a la señora Petunia. Por su avanzada edad no se dio cuenta de la hora que era, así que se vistió, dio de comer a pantuflas y calcetines, sus preciosos gatos siameses; desayunó abundantemente como todos los días y se encaminó a llamar a su hija como tenía apuntado en la agenda. ¡Qué sorpresa se llevó cuando su yermo descolgó el teléfono y le reveló la hora que era! La señora Petunia se sintió muy avergonzada, y después de pedir mil disculpas volvió a la cama, lo malo es que con el traqueteo del reloj esta vez no se pudo dormir.

-Supongo, que va ya siendo hora que me olvide de ti. Mi querido Fernando nos veremos en el cielo.- Y nada más decirle esto al reloj lo guardó en el cajón de la mesilla.

Petunia cerró los ojos, y nada más realizar este gesto su cabeza se empezó a llenar de ruidos de relojes. Percibía absolutamente todos los relojes de la casa, así pues enfadada y cansada como estaba. Decidió por levantarse e irles quitando la pila a cada uno de los relojes. Empezó por el de su mesilla, siguió por el del baño, luego por la cocina, a lo que le siguió el salón. Había terminado su trabajo y ahora estaba dispuesta a dormir, pero de repente entre los maullidos de Pantuflas y calcetines oyó el reloj de su se marido Fernando que seguía sonando sin cesar, esta vez no se sabe la razón sonaba más fuerte.

La señora Petunia estaba tan malhumorada que de haber sido cualquier otro objeto el que emitía el sonido lo habría destrozado de cualquier manera, pero al ser ese reloj, lo único que haría sería quitarle las pilas. Pero, al llegar de nuevo a su habitación y abrir el cajón, casi le da un infarto al darse cuenta de que el reloj había desaparecido. La pobre señora Petunia estaba al borde de la locura. El reloj cada vez sonaba más y más y más.

Sucedió entonces cuando un gran despertador sonó. Petunia se despertó y comprobó que a su lado se encontraba Fernando con su preciado reloj. La señora petunia resopló y por si las moscas le arrebató el reloj a su marido y lo donó a una ONG

sábado, 1 de octubre de 2011

No Me Olvides

1

Me llamo Alicia. Vivo en ´´No Me Olvides``, el nombre es debido a una peculiar flor llamada así. Consta de cinco pétalos y su centro parece un pentagrama resplandeciente de color blanco y amarillo; generalmente son azules o blancas y crecen en grupos, dado que sus semillas pequeñitas son dispersadas por el viento en los terrenos grandes. En el significado de las flores, la flor No Me Olvides, simboliza a la amistad y al amante eterno. Resulta que ha dado la casualidad que mi pueblo está plagado de estas florecillas, sin embargo yo pienso qué el pueblo en sí es bastante feo, para un nombre como ese. Veréis es pequeño y está lleno de instalaciones artificiales y comerciales, luego hay bloques de pisos por todas partes, la mayoría medio destartalados. También hay parques y zonas verdes donde la gente se dedica a pasear y perder el tiempo, pero los hierbajos están descuidados y los columpios medio caídos, parece un bosque al que han intentado humanizar sin resultados. Aunque también tiene su parte bonita, en las afueras se encuentran chalets, todos individuales y diferentes entre sí, todos con cierto encanto rústico, rodeados por campo con caminos bordeados por ríos o simplemente por la vegetación y sobre todo las preciosas florecillas que le dieron el nombre al pueblo.

Aparte me reconforta que este pueblo pase desapercibido de la mayoría de la gente, ya que no tiene ninguna clase de monumento, ni hoteles, ni nada que llame la atención de nadie, pero sin embargo esta apenas 20 minutos de Madrid si vas por el atajo. La pregunta es ¿Cómo he acabado viviendo aquí?, Pues muy sencillo mis padres querían una casa bonita grande y barata, Se vinieron a un pueblo prácticamente desconocido, con parcelas muy grandes por poco precio y construyeron lo que yo llamo nuestro palacete. El exterior de la parcela está defendido por arizónicas. Dentro, en el jardín, hay hierba y florecillas, cerezos, perales, manzanos, olivos... También hay una piscina de tamaño considerable, y un arenero en recuerdo de mi infancia y la de Clara, mi hermana mayor. Por último está la casa, con amplios pasillos, y lleno de habitaciones, algunas incluso vacías, hay una torreta, en la que se puede ver absolutamente todo el bosque a lo lejos de mi casa. Siempre he vivido aquí, y 16 años de mi vida he sido feliz en cada rincón de esa casa, pudiéndome olvidar de la realidad y metiéndome en un mundo de ensueño.

La verdad que mi vida podría llegar a ser incluso deseada por muchas personas, pero lamentablemente vivo más por sueños e ilusiones que por hechos materiales, y por desgracia mis sueños muchas veces son inalcanzables, algunos se rompen tristemente dejándome vacía y sola. Mi infancia la pasé sin muchos incidentes emocionales, tal vez alguna que otra perdida de un ser querido, ya que muchos se iban del pueblo dejándome… Pero durante ese periodo de tiempo fui feliz, simplemente hacía mi trabajo como niña, luego empezó la secundaria, donde tanto me costó perdurar feliz.

2

Hoy es el primer día de clase en el instituto, mi primer día de todo el instituto durante los siguientes 6 años. No puedo evitar estar nerviosa, nerviosa y con muchísimo miedo. No puedo moverme, estoy petrificada, para empezar no se que ponerme, después no se qué hacer, como comportarme, ¿acaso esto significa que la etapa de mi infancia termino y ahora soy diferente? Porque yo no me siento diferente, pero todo el mundo ha cambiado, no he quedado con nadie de mi antigua clase durante este verano, en realidad no he quedado con nadie, y tampoco he visto ninguna foto, porque no tengo ninguna red social, pero cuando me cruzaba con ellos eran simplemente diferentes, con otra actitud muy distinta, algunos ya eran así de antes, pero los que podría llegar a considerar mis amigos, eran niños simplemente niños como yo. Pero ahora todos formaban un grupito, se relacionaban con cursos superiores, vestían diferente, hablaban diferente. Todos habían pasado a ser iguales, y habían decidido cambiar en verano, en cambio yo no, yo había aprovechando mi último tiempo siendo niña, porque algo dentro de mí, me decía que cuando empezase el instituto no había otra manera de sobrevivir, estaba obligada a cambiar.

Mientras me hacía a la idea y me miraba al espejo del baño, Clara entro rompiendo mis pensamientos.

-¿Qué haces con esas pintas?- Dijo sin mirarme en especial mientras se peinaba su largo pelo rubio.

La envidiaba, había heredado todos los genes buenos de mis padres, aparte de que siempre estaba de fiesta, sin preocupaciones, y simplemente se divertía, quizás fuera igual que todos, pero así era más fácil, no se rompía la cabeza con tantos pensamientos en ocasiones estúpidos, solo vivía su vida, sin problemas y lo que más odiaba de ella, era que no tocaba ni un solo libro y sus notas no bajaban de 9. Mis notas no eran malas, pero siempre habían sido peores que las de ella. Lo injusto es que yo estudio muchísimo y no me quejo, me gusta. Pero mis resultados solo son buenos, nada de excelentes como los de ella.

Realmente no lo aguanto; ella es la guapa, la lista y la feliz, y yo simplemente una sombra, una especie de fantasma que hace compañía.

-Bueno, como veo que no respondes te digo que en 15 minutos deberíamos entrar por la puerta del instituto, y yo me iría si no fuese porque mamá me ha dicho que vaya contigo en el primer día… y no sé si te das cuenta sería un tanto patético que YO fuese acompañada de una niña vestida en pijama, sin ni siquiera peinarse, así que estoy dispuesta a llegar tarde el primer día si te dignas a arreglarte.

-No tengo ni idea de que ponerme- Dije cortante.

Clara me miró con cara de exasperación.

-No me digas que te voy a tener que vestir yo. ¿Eh?

La verdad que esperaba que dijese eso desde hace mucho tiempo, me gustaría que me enseñase a vestir como hay que hacerlo, que me enseñase la música que se debe escuchar, que me enseñase a comportarme como la gente se comporta, pero me conformaba con que me vistiese un día.

-Oye Ali, ¿acaso se te ha tragado la lengua el gato?

-Verás estoy nerviosa, no sé cómo comportarme, ni nada de lo que voy a tener que hacer durante estos 6 años que pase en el instituto.

Clara soltó una carcajada mientras salía del baño en dirección a mi cuarto, yo la seguí, un poco confundida, ella abrió mi armario y escogía la ropa con sutileza.

-¿Sabes qué?

-¿Qué?-respondí

-Tienes salvación, me acabas de dar una alegría muy grande, en serio hermana.

Me quedé un poco estupefacta; Clara no era así, ella era borde y testaruda y nunca estaba tan activa y feliz como en aquella ocasión.

-¿Por qué? No, no entiendo nada Clara.

-Verás, ya me estaba preocupando yo de ti, porque eres, bueno siempre has sido como una especie de bicho raro, diferente a todos, y sinceramente siempre he tenido muchísimo miedo de que me relacionasen contigo durante estos años que compartamos juntas en el instituto, pero ahora gracias a tu declaración, a que te das cuenta de que no se puede ser así de rara por la vida, yo te voy a enseñar todo absolutamente lo que tienes que saber sobre la adolescencia.

No me molestó que me llamase bicho raro y rara, o que se hubiese tomado tan enserio lo que dije hace un rato, en realidad me sentí salvada, pensé que iba a conseguir ser normal, y con ello ya llegaría la felicidad de todos.

Clara rebuscaba entre mi ropa, sin encontrar nada para su gusto apropiado.

-Hoy después de clase tú y yo vamos a ir de compras, y mira podrías aprender a no ser tan callada, suéltate un poco, sé más como yo. ¿Entiendes?-Dijo mirándome con esperanza en los ojos y una sonrisa.

Quería decirle que yo no sabía que ella era así hasta hoy pero decidí intentar ser maja con ella.

-Claro.-Dije esbozando una tímida sonrisa.

Me sentía extraña en esa situación. No se me había ocurrido pensar para nada en ese día, lo temía demasiado y simplemente había decidido dejarlo pasar, y seguir siendo como Clara me llamaba, ´´ rara``. Pero ahora de repente había pasado lo que nunca me habría podido imaginar de haber pensado en aquello alguna vez, Clara y yo de repente éramos como dos hermanas charlatanas y compatibles, aunque claro ella hablaba el triple que yo o incluso el cuádruple.

Me hizo ponerme unos vaqueros largos ajustados y una camiseta de manga corta con un Garfield en el centro que parecía tener el propósito de arañar algo, me calcé con deportivas y me colgué una mochila a la espalda. Clara me la ajustó de manera que me llegase por el culo. Me untó la cara con pote y me hizo la raya con lápiz negro, después me perfilo los labios con un rosa fuerte, me aliso el pelo, (aunque ni siquiera lo tenía rizado, solamente ondulado). Cuando terminó me miró como a una obra de arte.

-Listo, estás perfecta; durante el camino te contaré las cosas que debes saber, las más importante, ah y alégrate de que yo tenga esa ropa y me quede pequeña porque si no tendrías que ir con esas faldas y camisetas tan cutres que tienes.

-La verdad que son horribles, hoy mismo tenía pensado tirar todo eso, y también cambiar la decoración de mi cuarto, es demasiado infantil- Mentí, realmente a mí no me lo parecía, a mi me gustaba, pero quería demostrarle a Clara que era como ella, que estaba cambiando.

Me miró con cierto orgullo y me pasó el brazo por los hombros

-Pequeña, realmente ahora puedo decir que somos hermanas, no cambies y te querré para toda la vida, por cierto llámame Cleer, Clarita o lo que sea, pero jamás Clara, demasiado aburrido, y aunque a ti ya todo el mundo te llame Ali, sigue manteniéndolo, no quiero que mi hermana sea Alicia, una chica sin más, y enserio empieza a soltarte, bueno corre o llegaremos tarde.

-Creo que ya llegamos muy tarde.

Clara me miró tiernamente.

-El primer día simplemente hay que ir para que te den el horario y te digan la clase a la que vas a ir. Ni siquiera se puede considerar como tener clase.

-¿Y entonces por qué me dijiste qué íbamos a llegar tarde hace una hora?

-Porque sabía que nunca te ha interesado eso del instituto y que no tenías idea de nada, quería tomarte el pelo, y mira que bien nos ha venido levantarnos tan pronto ¿Eh?

-Entonces, ¿ahora solo tenemos que ir para saber el horario y la clase?

-Si exacto, vamos.

Durante el camino Clara hablaba sin parar sobre ropa, famosos, música y chicos, yo andaba a su lado, asintiendo en todo, riéndome como una tonta, y de vez en cuando haciendo alguna preguntilla.

Andábamos tranquilamente, saludando a todos los amigos de Clara, y parándonos ante los escaparates. Aunque exteriormente pareciese tranquila y feliz por el principio de esa nueva etapa; interiormente estaba muerta de miedo, no podían callar todos mis pensamientos, ahora no podía creer en la magia, ni jugar, ni escuchar Rajmáninov, y tendría que ser alguien sin personalidad, y falsa con todo el mundo para caer bien, tenía que deshacerme de todos esos pensamientos ya.

-Querida hermana, te presento tu futuro centro de enseñanzas durante 6 añitos- Dijo mostrando un edificio gris, repleto de ventanas, y rodeado por un aparcamiento de coches.

No respondí, sentía náuseas, todo se acercaba poco a poco.

-Lidia, espera- le dijo mi hermana a una chica, mientras me daba una palmadita en la espalda como despedida y se iba corriendo hacia ella.

Ahora yo estaba sola, parada en medio de todos los alumnos.

Tenía un plan; pedir mi horario, mi clase, saludar a algunas personas de mi antigua clase e irme de compras con mi hermana, también podría redecorar mi habitación y si sobraba tiempo, practicar monólogos con el espejo, para aprender a comportarme.

-Ali- Me di la vuelta y vi a una antigua compañera saludándome

-Erika. Cuanto tiempo, ¿Qué tal?- Sonreí y me centre en ella.

-Aburrida, no hay ganas de estudiar, ya me entiendes. Oye tía no te he visto en todo el Verano ¿qué has estado haciendo?

-Ah, pues es que he estado casi todo el Verano de un sitio para otro con mis padres, un verdadero peñazo- Mentí. Para empezar me gustaba estar con mis padres, y además no había salido de mi casa demasiado.

-Jo que morro, tía, yo he estado todo el puto verano en casa, bueno salía con la gente y eso, al principio estaba guay, pero siempre hacíamos las mismas cosas, y me empecé a cansar, creo que fui la única que no me fui a ninguna parte.

Nota 1 a la gente le aburría la monotonía.

-Me habría gustado haber estado con vosotros, bueno ahora soy una completa desconocida para todos- Solté una pequeña sonrisa, ella me correspondió.

-Pero sigues molando.- Me sonrío y me paso el brazo por los hombros, fue contándome cosas del verano, a lo que yo mostraba cierto interés y me reía con ella.

Erika y yo de pequeñas siempre habíamos sido muy amigas, luego vino la separación de sus padres durante este último año, y ella cambió antes de lo previsto, empezó a ser más pasota, ha vestirse diferente, a mascar todo el día chicle, y se hizo ese piercing que tanto me sacaba de las casillas. Pero sin embargo ahora después de casi un año sin hablarnos, me resultaba maja y agradable.

Entramos en el instituto y fuimos directas a secretaría para que nos diesen el horario y la clase,

1ºC, las dos íbamos a la misma clase. Me gusto esa idea, quizás pudiésemos volver a ser amigas, quizás ella me pudiese enseñar junto a mi hermana.

-¡Qué bien! La misma clase, llevamos desde infantil juntas- sonrío- Oye ¿tienes algo qué hacer?

Me gusto la idea de irme con ella, pero tenía que conseguir ropa nueva.

-Lo siento Erika, pero es que iba a ir con mi hermana de compras, aunque si te quieres venir, genial- la invité, y realmente me gustaría que viniese, en ese momento me hacía ilusión ir de compras con una amiga y mi hermana, en ese momento me hacía ilusión ir mañana al instituto y estar con Erika y más gente, y reírme como ellos, y hacer las estupideces que hacían.

-Tía no tengo pasta, y me amargaría verte comprándote cosas y yo estar mirándote.

-Si quieres te podría dejar dinero, y luego me lo podrías lo podrías devolver

-Yo para devolver soy muy mala, soy incapaz de ahorrar, y además se me olvida, pero gracias de todas formas, entonces mañana nos vemos. ¿No?

-Sí, claro. Ah una cosa, me dejas tu móvil quiero llamar a mi hermana.

Me dio el móvil sonriendo mientras me decía que fuese breve ya que ella no tenía mucho saldo.

Marqué el número y espere 3 toques.

-¿Si?- Sonó la voz de mi hermana

-Clara, digo Cleer, ¿nos vamos ya?, ¿Dónde estás?

-Ven a la cafetería, pero no tengas tanta prisa Ali. Chao

-Besos

Y colgué.

-Gracias Eri-Me acerqué a ella y le di dos besos- Me ha encantado verte

-Igualmente- Me miró sonriente y se despidió de mí con la mano mientras me alejaba.

Me sentía cómoda con esa actitud, mis pensamientos habían cambiado, ahora solo pensaba en fiestas, y tonterías.

3

Me dirigí hacia la cafetería, y antes de siquiera buscar a mi hermana con la mirada, compré una Coca-cola, esa bebida siempre la había odiado, su sabor no me agradaba y el gas tampoco, pero no sé por qué de repente me apetecía.

Bebí dos sorbos mientras localizaba a Clara, sentada en una mesa rodeada de chicos y chicas, no sentía vergüenza, por acercarme allí y saludarla, fui tranquilamente y la abracé por detrás, mientras saludaba a sus amigos.

-Está es Ali, mi hermana pequeña- Me presento ella-¿Te quieres sentar un rato?

-Claro-Dije sonriendo.

Cogí una silla y la acerqué hasta allí. Los amigos de Clara me cayeron bien, solo hablaban de estupideces, y yo reía alegremente, de vez en cuando añadía algún comentario por alguno de los temas que se trataban, en ese momento me sentía segura de mi misma y feliz.

De repente había cambiado, ahora no temía a nada, solo quería ser como todo el mundo y vivir la vida tan despreocupadamente.

-Oye, tíos no quiero estar aquí tanto tiempo, mañana ya tendremos todo el día, bueno mañana y pasado, y al otro- Clara sequedó con cara de estupefacción mientras los demás reían, mientras yo reía-Vamos hermanita.

-Voy-Dije mientras me levantaba, y me terminaba la coca-cola.

Mi hermana se despidió lanzando un beso al aire, todos los comportamientos adolescentes los guardaba, pero ya no los anotaba científicamente, ahora simplemente se me quedaban sin más, como un hecho más.

Mi hermana se movía con estilo, y yo la imitaba, parecíamos gemelas, salvo por el hecho claro de que ella era alta, rubia, ojos azules; y yo tirando a bajita, castaña, ojos marrones, alguien totalmente del montón.

No le pregunte en ningún momento a mi hermana a dónde íbamos, lo sabía y estaba emocionada, simplemente.

Cogimos el autobús, mi primer autobús, pero yo monté en él como si fuese el número 100, todo el mundo montaba en autobús.

Cuando llegamos al centro comercial, me quedé alucinando, nunca me había, fijado, siempre pasaba de largo, me aburría la ropa, pero sin embargo ahora me encantaba, iba de tienda en tienda con mi hermana, nos metíamos en los probadores y nos probábamos cosas absurdas, para reírnos y hacernos fotos. Me gaste casi todos mis ahorros en ropa que antes odiaba y me dio igual, completamente igual, solo podía pensar en todas las combinaciones más los complementos y el maquillaje, y también pensaba en los chicos, y en cómo podría ligar con todo lo que tenía en las bolsas.

Fuimos a una cafetería, nos sentamos y sonreímos.

-Me encanta la ropa-Dije.

Clara me miró con cara de extrañeza.

-Sí a mí también-Y fingió una sonrisa.

-¿Te pasa algo?, yo pensé que a ti te gustaba que yo fuera así, como tú

-Sí, y me encanta, me encanta, como eres-paró un momento y se mordió los labios-Pero sencillamente no lo entiendo, no queda nada de cómo eras, y en menos de un día, es como magia- y lo dijo como si creyera realmente que alguien me hubiese hechizado.

Yo me reí de su comentario, pero después la sonreí amablemente.

-¿Sabes qué?

-¿Qué?- Inquirió

-Que yo también pienso que mi cambio de actitud es rarísimo, y me gusta.

Nos seguimos riendo, y ahora absolutamente todo me daba igual, simplemente pienso que estoy realmente cómoda en esa situación, y que me da igual esa vocecita que grita auxilio muy dentro de mí.

Cuando llegamos a casa me dirigí rápidamente a mi habitación y cerré con pestillo. Puse las bolsas de la compra en mi cama, y miré mi habitación. Paredes Rosas, alfombra con dibujitos, muebles infantiles, peluches, figuritas, lámparas con formas divertidas.

Siempre me había gustado, tenía todo lo que me gustaba a mi disposición, ordenado en los estantes cuidadosamente. Pero tenía que tirar todo eso. Abrí mi armario, y miré con cierta nostalgia, los vestidos con volante, las camisetas abstractas, gorros de colores, chándales, algunos vaqueros viejos, playeras…Lo descolgué todo y lo dejé en el suelo de mi habitación, empecé a coger las la ropa nueva y a colgarla cuidadosamente, seguro que había mucha gente que llevaba esa misma ropa, y no me hacía gracia esa idea, pero al menos vestiría bien. Abrí la puerta y cargué con toda la ropa vieja.

-¡Mamá!- Grité

Mi madre abrió la puerta del baño, estaba en albornoz y con una crema en la cara.

-Tesoro, ¿Qué tal ha sido el primer día de clase?

-Realmente no hemos dado clase, solo era para coger el horario y saber la clase a la que vamos.

-Sí, claro, ya lo sé, pero bueno ¿Qué tal?

-Muy bien.- Hablaba fríamente, no me apetecía estar con ella s, solo quería decirle que hacía con esa ropa.

-Me alegro mucho- sonrío y se fijó en la ropa que sostenía entre mis brazos- Cariño, ¿Qué es todo eso?, creía que te gustaba esa ropa, siempre lo decías.

-Ya bueno, es que he repuesto mi armario, y además he cambiado.

-Vaya, pues si que has cambiado en un día, venga dame la ropa, la mandaremos a una ONG.

-Como quieras- Y sin más me metí en mi habitación, cerrando la puerta, esta vez sin pestillo.

Me tumbe sobre mi cama, y observe las estrellitas en el techo que brillaban en la oscuridad.

Sonreí, y cerré los ojos, no entendía que me estaba pasando, ¿Por qué me había comportado de esa manera con mamá? Yo siempre la cuidaba y le hablaba bien, y porque había tirado toda esa ropa, que siempre me había gustado, porque me hacía parecer especial, y diferente, me hacía creerme una princesa.

Había algo dentro de mí, algo que siempre había estado ahí, pero que siempre había estado dormido, y ahora acababa de despertar, infectando cada rincón de mí.

Suspiré, me levanté, y de repente sentí una sensación de mareo, ¿Qué pasaría si esa cosa que estaba dentro de mí acababa sustituyéndome completamente?

Tenía que dejar de pensar esas cosas, de momento todo había ido bien. No tenía por qué preocuparme. Hoy no redecoraría mi habitación, no tenía ninguna gana, solo quería dormir, dormir y quizás no despertar.

En mi casa todos comíamos a la hora que queríamos y lo que queríamos, debido a los diferentes horarios de trabajo.

Así que yo sin más me metí en la cama y cerré los ojos

4

Sombras, colores, voces, sonidos… luchaba contra todo esto cuando de repente me desperté por un ruido estridente, el despertador.

Seguía dormida cuando me levanté. Me movía torpemente, no sé muy bien qué desayune o como me vestí, mi hermana me miró aprobándome, y yo creo que me sentí orgullosa de estar consiguiéndolo tan rápido, la normalidad, mi futura felicidad.

No fui consciente del camino que tomamos para ir al instituto, seguía dormida.

Cuando llegamos, mi hermana me dio un beso en la mejilla y fue en dirección hacia sus amigos, que me saludaron alegremente, yo correspondí el saludo pero ni siquiera me acerqué a ellos. Entré en el edificio y busqué mi clase 1ºC. Estaba vacía, todavía faltaban unos diez minutos para que empezaran las clases.

Tomé asiento en un pupitre y observé la clase, era parecida a las que había en mi antiguo colegio.

La puerta se abrió, y entraros tres chicas, una de ellas era Erika.

-¡Erika!- Me alegre, y me levanté.

Ella sonrío.

-Está es Alicia- Dijo señalándome- Y esta es Sonia- Señaló a una chica alta, y con el pelo negro largo y liso, desconocida para mí- Ella es Celia-Señaló a la otra chica, un poco más baja y con el pelo rubio, rizado y corto. Me sonaba su cara del colegio, pero nunca había hablado con ella, tenía cierto aspecto infantil.

-Encantada, me podéis llamar Ali, así me llama todo el mundo.

-Yo te conozco-Dijo Celia- No sé si te acuerdas en infantil, íbamos juntas y siempre comíamos tierra y corríamos con el viento- Se río y me miró.

-Es cierto, ahora me acuerdo, ya decía yo que me sonabas, pero pensé que era de vista del colegio. En ocasiones padezco amnesia- Bromee.

Nos sentamos las cuatro juntas. Sonia era tímida, apenas me miró y me sonrío, lo mismo hizo con Celia, estaba claro, que solo era amiga de Erika, pero me resulto simpática.

Fueron entrando los alumnos a la clase, chicos y chicas, antiguos compañeros, conocidos, o completos desconocidos, la gente se fue sentando.

Algunos gritaban intentando llamar la atención, otros, demasiado tímidos se sentaban apartados de todos.

Yo saludé alegremente a ciertos conocidos de Erika y Celia, Sonia era nueva en ´´No Me Olvides`` y no conocía a nadie.

Una señora de unos 55 años entró en la clase y mandó callar.

-Yo soy vuestra tutora, soy Delia, la profesora de ciencias sociales.

Dio un largo discurso y dejó tiempo, para resolver preguntas a algunos alumnos, después empezó mi primera clase en el instituto.

Empezamos con la geografía de Europa. Se oían murmullos, risas, papeles. Yo estaba callada, mirando mi mapa y compartiéndolo con Celia. Le pedí un bolígrafo a Erika y me disculpé con Sonia por haberla dado un codazo sin querer.

Las clases durante la mañana, trascurrieron todas iguales. Hasta la hora del recreo.

-Oye Erika, no te parece curioso que seamos las únicas de la antigua clase.

-Sí, la verdad. Pero conozco a la mayoría.

-La mitad iba a mi antigua clase-Dijo Celia

-Y yo soy la única nueva-añadió Sonia.

-¡Qué bien mezclan las clases!-Dije

Nos reímos. Estuvimos juntas en el patio, comentando cosas sobre el verano y riéndonos de cómo vestían ciertas personas, Sonia, solo reía y muy de vez en cuando contaba alguna anécdota.

Luego volvimos a clase, y el tiempo seguía transcurriendo

Empezaron a pasar las semanas, y la gente ya había cogido confianza. A mí me caían muy bien la mayoría. Solíamos quedar todos juntos, con gente de distintas clases, e incluso otros cursos.

Yo estudiaba lo suficiente para sacar notable, aunque en Ciencias Naturales, al tener más facilidad conseguía media de sobresaliente.

Sonia se volvió más habladora, y a nuestro grupito se nos añadieron tres chicas más. Marta, Noelia y Sara.

Nos habíamos convertido en el grupo de las chicas, más guapas e interesantes. Podríamos decir que éramos las populares.

Yo sabía que todas mis actuales amigas eran muy guapas, interesantes y atrevidas (Sonia quizás esto último no).

Erika, una chica de estatura media, con el pelo corto y pelirrojo, ojos verdes oscuros y un piercing en la nariz. Vestía genial, y sabía todo lo que hay que saber sobre música y famosos.

Sonia, bastante alta para su edad, pelo largo, brillante, liso y negro, ojos oscuros y penetrantes, tez pálida. Su estilo era exactamente igual al de Erika, aunque en ella quedaba diferente, Era amable, dulce, y su tono de voz muy sensual.

Celia, un poco más baja que Sonia, con el pelo por encima de los hombros, rizado y rubio, sus ojos eran azules y siempre tenía una sonrisa en su cara. Vestía de manera original pero atrayente, era muy extrovertida y avispada.

Marta, una chica bajita, con el pelo por debajo de los hombros, ondulado y castaño con mechas rubias, ojos verdosos, su cara era simplemente perfecta, todo en ella era cuadriculado, de medidas perfectas. Y su estilo de vestir era como el de todo el mundo, un poco tonta, pero muy buena amiga y defensora.

Noelia era su hermana gemela, y lo único que variaba era su actitud, era más lista, y en ocasiones un poco arisca, pero muy simpática y bromista.

Por último estaba Sara, cambiaba mucho, cada día se cambiaba el color de pelo, el volumen, se añadía o quitaba flequillo, se ponía lentillas de color, tenía un piercing en el labio, y vestía un tanto raro, pero no mal. Era seria, pero agradable.

Yo en cambio, no tenía nada especial ni atrayente.

Pelo castaño y ondulado, era de estatura media, ojos marrones, nariz achatada, boca pequeña. Vestía como todo el mundo. Era inteligente, maja y graciosa, y muy tímida con los chicos.

Ellas les atraían, yo me ocultaba de ellos.

Todavía no estaba preparada para eso, de momento había conseguido tener un grupo de amigas, el mejor de todo el curso, era envidiada por muchas chicas, impopulares y raras, y me sentía bien. Me gustaba charlar con ellas, reírme, hacerme fotos, hacer el tonto. Confesarnos secretos, miedos. Era una más, y Clara estaba orgullosa de mí.

A mí me parecía que ahora mismo me podía considerar feliz, era normal y no me había costado tanto como en un principio pensaba.

La clase además estaba muy unida, salvo una chica, Cristina. Celia me contó que iba a su antigua clase, y que la gente la detestaba porque era muy rara, yo la empecé a odiar igual que todos, por sus rarezas.

Era pálida, rubia, ojos grises. Parecía poseída, siempre iba seria, sola, cantaba en voz baja. Sinceramente, en el fondo a mí solo me daba miedo, parecía alguien poderoso, alguien que pensaba como yo pero de manera diferente. La odiaba hacía despertar a la antigua Alicia, que tanto tiempo dormía dentro de mí ya.

5

Todo se basaba en la monotonía, con algunos cambios rebeldes que excitaban a los adolescentes. Pero las relaciones sociales eran las mismas, las actividades también. Yo más que feliz, me sentía cómoda en esa situación, incluso pensé que esta forma de vida iba a ser infinita, para siempre así. Y no me importaba.

Ese día de clase para mí todo cambió.

Llegué nerviosa, por un examen que no tenía muy mirado. Salude a mis amigas, y me senté sola mirando mis apuntes y leyéndolos. Todos gritaban tiraban cosas. YO seguía estudiando, cuando de repente se abrió la puerta y entró una profesora.

-Hoy Carmen no ha podido venir, así que sentaros y aprovechar el tiempo para hacer tareas. Y no perdáis el tiempo.

Se sentaron lentamente. Y yo no podía creerme que realmente Dios me hubiese concedido ese milagro, era alucinante. Miré hacia atrás y vi a mis amigas sentadas juntas, me pensaba poner con ella cuando me di cuenta de que no había sitio libre, así que me quede sola, sentada tranquilamente.

Alguien se sentó a mi lado, era Cristina. Miré una última vez hacia atrás, parecía que mis amigas no se habían dado cuenta. ¿Qué hacía?
-Hola.- Dije.

-Siento haberme sentado contigo, pero no había más sitio- Lo dijo fríamente.

-No, no me importa. ¿Por qué iba a importarme?

-Porque todos me odiáis, y no os gusta que este con vosotros.

De repente me daba pena, no me parecía que fuese justo lo que le habíamos hecho todo el curso.

Yo por ejemplo, no la conocía de nada.

-Yo no te odio.- Dije sin más, mientras sacaba un cuaderno y me ponía a hacer deberes de inglés atrasados.

Hubo, un silencio incómodo entre nosotras, mientras se oían cuchicheos por todas partes y grititos ahogados.

-¿Por qué te odian, qué has hecho?

Sonrío, no era una sonrisa de felicidad, sino más bien irónica.

-No sé. Los de mi antigua clase, decían que era muy rara, decían que manipulaba a mis amigas. Yo no hacía tal cosa, ¿cómo se manipula a alguien que quiere estar contigo? Al final mis amigas me dejaron de lado y me quedé sola. Esperaba ir a otra clase en el instituto, pero la mitad es de mi antigua clase. Es gracioso.

-No, no es gracioso, es injusto.

-Díselo a ellos, bueno a ella.

-¿Ella? ¿Quién?- Estaba intrigada, era la primera vez que hablaba con ella, y de repente me dio pena, me pareció, simpática. Pero ¿qué podía hacer yo?

-Celia. Fue la que hizo que todo el mundo me hiciera el vacío.

-Celia es muy maja, es incapaz de hacer algo así a alguien- Obvié- A lo mejor entendiste todo de manera distinta. Y todo esto es un malentendido.

Volvió a reír irónicamente y me miró muy fijamente a los ojos.

-Sí claro, es muy maja, y al tener esa cualidad, ya gana la de ser buena persona sensata… ¿Me estás diciendo eso? Vamos, no me digas que todo tu grupito no se cree superior, incluida ella. Vais por ay como si fueseis Diosas, burlándoos de gente como yo. Inadaptados sociales.

Me quedé callada, la antigua Alicia gritaba dentro de mí para darle la razón, para gritar que estaba con ella. Pero la nueva Alicia luchó.

-No, claro que no es cierto. Bueno somos mejores, eso está claro, pero no somos malas personas, ni hacemos estupideces.

Ella río.

-¿Y por qué sois mejores?

NO respondí, me dediqué a concentrarme en los ejercicios de inglés.

-Da igual. Y que sepas que no he dicho nada de que hicieseis estupideces, pero sí que lo pienso, y a lo mejor tú también lo piensas, y solo has querido justificarte de eso también además de lo otro.

-Que tonterías. Ya sé porque te odian.

Sonó el timbre. Me levanté de la mesa, estaba cabrada. Quería alejarme de ella, ir con mis amigas.

-¿Que hacías con ella?- Inquirió Celia.

-Nada, es idiota.

- Lo sé.- Sonrío de manera aprobadora

Conseguí sitio entre ellas, y escuché sus conversaciones, me reía de vez en cuando, pero no dije nada. Intentaba prestar atención a las clases y olvidarme de esa chica.

6

Ni siquiera me despedí de mis amigas, ni esperé a mi hermana para ir a casa. No podía olvidar la extraña conversación de ese día con Cristina.

Anduve rápido, pensando en el estudio de esa tarde, mientras me alejaba del centro y subía la cuesta que llevaba a la zona residencial. Había llegado a mi casa, abrí y entré.

-¿Hola?

No hubo respuesta, todavía no habían llegado mis padres. Me encontraba totalmente sola en esos momentos. Lentamente fui a la cocina, me subí a la encimera, y miré la balaustrada, desierta. Solo unas hojas movidas por el viento bajaban la pendiente. Me pareció hermoso y sonreí al recordar la etapa de mi vida, en la que yo jugaba con el viento, y él me abrazaba y me cuidaba, y me susurraba….

Empecé a llorar, así porque sí, me sentía tan confusa, cogí una magdalena y corrí escaleras arriba hasta llegar a mi torreta. Cogí una manta, y me acurruqué. En ese momento todo me daba igual.

La vida siguió su curso, mi padre llegó, luego mi madre, y por último mi hermana.

Me excuse diciendo que tenía un examen difícil, y que tenía que estudiar mucho, lo cierto es que tenía un examen, y la verdad que intenté estudiar pero no lo conseguí.

Era de noche, me metí en la cama, y empezaron a pasar las horas. No podía dormir. Lentamente me levanté y cerré la puerta, seguidamente cogí el ordenador y lo encendí. Me conecte, necesitaba calmar mis nervios y seguro que encontraría a alguien conectado a aquellas horas para que me hiciese compañía. Desde que me hice Tuenti, no podía estar un solo día entero sin conectarme. Metí mi dirección de e-mail y contraseña, y esperé a que se cargase. Miré al chat con impaciencia, y me dio un vuelco al corazón, al ver que la única persona que había conectada era Cristina.

Me armé de valor y la saludé.

Ali: Hola.

Cristina: ¿Quieres hablar conmigo?

Ali: ¿Por qué no?

Cristina: Porque hoy te fuiste de mi lado y podría decirse que estabas enfadada conmigo no sé por qué razón.

Ali: Supongo, que estoy confusa.

Cristina: ¿De qué?

Ali: mm...Te voy a contar una cosa. ¡No me tomes por loca!

Cristina: Vale. Pero a la que toman por loca es a mí

Ali: ya, bueno. Verás durante todo este tiempo que llevo en el instituto no me siento yo, es como si fuera otra persona.

Cristina: ¿Y cómo eres tú?

Ali: Pues, quizás te sorprenda pero me parezco a ti. Y tengo miedo.

Cristina: Perdón, pero no lo entiendo. ¿De qué tienes miedo?

Ali: Pues de no conseguir la felicidad, y también de no tener amigos...

Cristina: A ver, ¿crees que vas a ser más feliz fingiendo ser algo que no eres?

Ali: Todos ellos parecen muy felices, yo creí que era feliz.

Cristina: Pero no lo eres.

Ali: No soy yo, alguien ha ocupado mi cuerpo.

Cristina: ¿Y cómo eres?

Ali: Realmente ahora estoy muy confusa, y podríamos decir que yo en estos momentos estoy muerta.

Cristina: Me estoy liando, entonces ahora ¿quién eres?

Ali: Es eso a lo que me refiero, no sé como soy. Desde que empezó la E.S.O no me plantee nada de esto, pensé que seguía el curso natural de las cosas y que así era yo. Pero desde que hable contigo, me doy cuenta de que estoy fingiendo, y hay como una gran presión que me obliga a seguir actuando. Es como una lucha interna.

Cristina: Vaya, debe de ser horrible.

Ali: y ¿Qué crees que puedo hacer?

Cristina: No creo que yo pertenezca a esa lucha interna. Decide por ti misma.

Pensaba responderle cuando de repente se me apago la batería. Cerré el ordenador lo dejé en la mesa, y me tumbé en la cama. Me apetecía gritar, pero no podía. Me tendría que guardar todo este lío de mi cabeza y simplemente esperar a ver qué parte de mí ganaba.

7

A primera hora del alba decidí que no podía ir al instituto. Y en cuanto mis padres se marcharon al trabajo y mi hermana se levantó yo fingí estar mala.

Así que me quedé.

-¿Seguro qué estás bien?- Preguntó mi hermana antes de irse.

-Me puedo quedar sola.

-Cuídate.- Me dio un beso en la frente y se marchó.

Cogí mi bata de estar por casa y salí al jardín. El viento me susurraba, las hojas volaban, y sonreí. Me olvidé de esas tontas y superficiales de mis amigas, me olvide de esa chica tan misteriosa, me olvidé de todos mis sacrificios. Y lo único que hice fue gritar, y después empecé a correr descalza por el césped, me encontraba con los árboles frutales plantados alrededor de nuestro palacete y los abrazaba. Compartía mi energía negativa con ellos y me liberaba. En ese momento mi mente estaba cerrada a todo lo que me oprimía y provocaba dudas.

Cuando estuve sin aliento me senté en el arenero y observé a las hormigas ir y venir.

En ese momento lo había decidido, me daba igual lo que pensasen de mí. Me juntaría con Cristina, y si a ellos no les gustaba entonces demostrarían su falsedad. Y justo cuando pensé aquello, una sonrisa me cubrió el rostro, y pensé en la felicidad. Tenía sentido que el camino más difícil llegase a la felicidad después de sacrificarse y sufrir tenía que existir una recompensa, en cambio todo el mundo caía en el engaño de que al elegir el camino más fácil llegarían más temprano a la felicidad. Pero eso es un error.

A lo mejor, yo me equivoqué, quizás estaba demasiado indecisa, y esperaba que cualquier respuesta que se me ocurriera fuera la acertada.

Ahora comprendo que todo es relativo, pero con esa idea me creí un Dios que conoce todas las respuestas. Pensé que quizás todos se sentían como yo, que todos estaban oprimidos, pero ahora me doy cuenta, que ellos realmente sí que eran felices. El problema es que yo era diferente.

Entré en casa, ni siquiera miré el reloj, me daba exactamente igual el tiempo que transcurriese. Fui hacia mi ordenador, lo puse a cargar, y mientras tanto fui poniendo Esas canciones de Grupos Rock punk que me calmaban, mientras se alternaban con música romántica.

Lloré porque hacía mucho que no escuchaba esos estilos que tanto me atraían, sé que eran diferentes pero tenían algo que me atraían. En cambio el pop comercial que escuchaba todo el mundo, lo único que me sugería era entretenimiento. Y así me quedé, hasta que otra vez, la vida siguió. Llegó mi padre, luego mi madre, y por último mi hermana.

8

Conseguí estudiar, y al día siguiente por fin estaba lista para hacer mi examen que tenía planificado hace dos días. Antes de salir de casa estuve buscando auriculares para mi móvil (ayer borré todas las canciones que odiaba y estuve metiendo la música que me gustaba) e ir escuchando música por el camino. Sin embargo aunque los encontré no puede escuchar música ya que Clara me estuvo contando historias, ella no notó ningún cambio en mí. Porque exteriormente iba igual, con la ropa de todos los días, ahora solo tenía esa clase de ropa.

Estaba más seria que de costumbre, pero ella creyó que era por el examen que tenía esa mañana. Todo transcurría con normalidad. Al llegar a clase, los gritos de las personas que intentaban llamar la atención me dañaron los tímpanos.

-¡Aliiiii!- Gritó Erika

Andaba hacia mí con su estilo tan atrayente.

-¿Te has muerto?

Reí.

-¿Por qué piensas eso?

-te vas sin despedirte si quiera, y al día siguiente no pareces por clase.

-Más bien, tengo la sensación de haber revivido.

-Ah, entonces estupendo. ¿Te gusta mi nuevo piercing?- Me enseñó su nueva bolita morada que lucía en su nariz.

-Te favorece más que el antiguo.

-Lo sé, venga anda ven y siéntate conmigo.-

-Luego. ¿Vale?

-¿Por qué?- Me miró con extrañeza mientras yo me iba en dirección hacia Cristina.

Sentí la mirada de mis amigas clavadas en mí, la de Celia casi me mataba.

-¿Qué tal?- Saludé a Cristina con una sonrisa en la cara.

Ella me sonrío, y con una mirada parecía estar diciéndome que conocía todos mis pensamientos y sentimientos. Me senté a su lado en todas las clases, y estuve con ella en el recreo. Nos tumbamos y le enseñé la música que guardaba en mi móvil, mientras la tatareábamos juntas.

De camino a casa vi a Celia, la saludé con la mano y no hubo respuesta. Falsa, solo le importaba la impresión que reflejaba en los demás, y ahora ya no podía estar conmigo porque daba mala impresión.

Me dolió, porque hacía muchos meces que yo confiaba en todas ellas. Y precisamente Celia, era con la que mejor me llevaba, con ella y Erika.

Por un momento pensé en preguntarle a que se debía su actitud, pero mi orgullo venció y seguí andando en solitario.

-¡Aliiiii!-Marta me agarró del cuello por la espalda.

-¡Para, que me vas a ahogar!- Dije sin evitar poder reírme

Vi como Noelia me miraba divertida al lado de su hermana, yo sonreí mientras me acariciaba el cuello.

-Vente a casa anda- Me pidió esta.

-¡Sí, sí, sí! Van a venir todas-Marta me miraba con su cara de atontada e inocente, mientras Noelia se burlaba de ella.

Sinceramente me parecían las dos niñas más monas que pudiesen existir en todo el mundo al estar juntas. Su aspecto exterior alcanzaba la perfección, y sus personalidades tan distintas, complementaban de manera alucinante. Me habría encantado cogerlas por los hombros a las dos buscar a Erika y Sara y marcharnos a su casa, mientras Celia se quedaba sola. Entonces yo habría ganado, tendría las amigas y mi forma de ser. Tendría la felicidad.

Pero obviamente, cuando Marta había dicho todas era todas.

-Realmente me encantaría, pero Celia está enfadada conmigo.

-Así haréis las paces.- Razonó Noelia.

-Ya, Noe. Pero es que ni siquiera me ha saludado, y además ¿sabéis por qué se ha enfadado?

-Claro que lo sabemos, es porque has pasado todo el rato con la zorra de Cristina. Y es lógico que esté enfadada

Aquel comentario me dolió, tantos pensamientos recorrieron mi cabeza sobre una posible respuesta. Y ¿cómo había podido pensar que dejarían a Celia de lado y me elegirían a mí?

-No es ninguna zorra.

Noelia me miraba impotente, de repente parecía que ella opinaba exactamente lo mismo que Celia, de repente Noelia era otra falsa como ella. Ahora tenía dos en mi contra, dos de mi hace poco mejores amigas. Marta miraba la escena con cara apenada, parecía que todo aquello no iba con ella.

-Marta, le diremos a Erika, que Alicia no ha querido venir.

Se dieron la vuelta, Marta no rechistó. Simplemente la siguió. No gana el que más fuerte sea, ni el más inteligente. No gana el bueno o el malo. No, simplemente depende del poder, y mi poder en esos momentos era ridículo con el de Celia. Noelia se había dejado convencer y Marta simplemente no quería perder ese poder tan atractivo. Me preguntaba cual sería la opinión de Erika y Sara, pero ya no quería discutir y me marché hacia mi palacete

9

Llegué rabiosa y acalorada, directamente fui a la cocina para hacer tortitas y calmarme.

-¿Alicia eres tú?

-Sí, acabo de llegar.- Ahora no me apetecía hablar con nadie, y menos con mi madre, pero ella estaba en la cocina, y no me quedaría otro remedio.

-¿Qué tal?

-Bien-Respondí sin más, la relación que había entre mi madre y yo había decaído peligrosamente desde el comienzo de curso.

-Llevas unos días un poco rara de humor, y te había hecho unas tortitas por si querías-Me fijé en que en la mesa tres tortitas doradas bordadas con nata y sirope de fresa me miraban pidiéndome a gritos que me las comise- Aunque bueno, si no las quieres no pasa nada, ya me las como yo.

-No, me muero de hambre y además me apetecían muchísimo ahora mismo unas tortitas- Sonreí- Es como si me hubieses leído el pensamiento.

Ella me devolvió la sonrisa y nos fundimos en un abrazo familiar y cariñoso, como sí en ese momento yo le estuviese contando todo lo que me había pasado en ese tiempo, y ella me estuviese apoyando y animando.

Al final nos comimos las tortitas entre las dos, mientras jugábamos con la nata, ella me mancho la punta de la nariz y yo como venganza le manché un moflete entero. Pero no pasó nada grave, porque ella seguía siendo una adulta y sabía cuando y como parar.

-¡He llegado!- La voz de mi padre resonó en la casa, sin darme cuenta salí disparada a su encuentro y salté a sus brazos.

-¡PAPI!-Me miró con cara de estupefacción pero no dudo en mecerme y estrecharme.

En ese momento estarían todas las chicas en casa de Marta y Noelia, hablando de quien sabe que, o quizás viendo un película. Da igual, no me importaba, la vida transcurría, y no iba a dejar de vivirla por haber tropezado con un obstáculo.

Me alegró de haber recapacitado y no haber roto mi relación con mis padres.

10

Sábado por la mañana, desayuné, me duché e hice todos los deberes que tenía que hacer. Todo calmadamente, tomándome mi tiempo, Clara me miraba diferente, lo sabía, sabía que me había librado de ese virus que me oprimía y trastornaba, esto tampoco supuso un problema, no me hecho nada en cara, en realidad no parecía estar enfada simplemente se entristecía por mí, como si ella supiese que el camino que acababa de elegir era el equivocado.

Cuando hube terminado todo me metí en tuenti.

Los perfiles de mis amigas, (o las que antes eran mis amigas) destacaban por la cantidad de fotos en las que estaban etiquetadas, ni siquiera me molesté en curiosearlas.

Tenía dos mensajes privados el primero era de Cristina y decía.

¡Aliii! ¿Hoy te apetece quedar? ¿Puedes? Si la respuesta es sí nos vemos en el parque de la sandía. RESPONDE besos.

El otro era de Erika:

¿Qué te pasa? Te echo de menos, ya nada es lo mismo sin ti. Mira Celia es subnormal, no sé por qué narices se ha enfadado contigo ¡LA CHICA MÁS PERFECTA DE LA TIERRA! Figúrate, está loca. Te tiene envidia. Te quiero linda J

El mensaje de Erika provocó una sonrisa tonta en mi cara, me alegraba que pensara eso, aunque también es cierto que jamás abandonaría su popularidad por mí, por mucho que dijera, pero la tenía que responder.

Eri, ¿Cómo voy a ser yo la chica más perfecta de la tierra si lo eres tú? Jaja, ¿de veras piensas eso de Celia? Y las demás que opinan, ¿Por qué se ha enfadado tanto Noe? Bueno, no crea que vuelva a estar con vosotras como hasta ahora, pero no voy a permitir que por esta tontería dejemos de ser amigas. Yo sí que te quiero relinda <3.

Antes de decidir que responder había sentido esa presentica contradictoria que me susurraba al oído lo que le debería haber dicho ´´ Eri, pensaba disculparme con Celia, para que todo vuelva a ser como siempre``, pero ahora Cristina había pasado a ser una parte muy importante en mi vida y si ella no podía estar dentro, tampoco me importaba demasiado abandonar a mi grupito.

Mi móvil empezó a vibrar en el interior del bolsillo

-¿Diga?

-¿Ali?, soy Cristina.

-Ah, hola cristina. Acabo de leer tu mensaje y por mí perfecto.

-Genial, entonces ¿a las cinco y media?

-Perfecto- respondí

-Bueno chao que se me acaba el saldo.

Estaba segura de que esa tarde iba a ser la mejor tarde del año, y nada ni nadie me lo iba a estropear.

11

Eran las 17.15 según mi reloj de pulsera y estaba totalmente lista e impaciente. Radiaba de felicidad, de la que había carecido durante meses.

Me fui de mi casa con paso alegre, el parque de la sandía estaría a unos diez minutos de mi palacete, así que llegaría puntual, no sabía donde vivía Cristina, y eso era un fallo. Quizás vivíamos relativamente cerca y podríamos haber quedado en algún punto más cercano.

Pero eso no era importante, lo importante es que íbamos a pasar una tarde entera solas, una tarde mágica. A la porra todas mis ´´amigas``, incluso Erika.

Al llegar vi a Cristina columpiándose, en un viejo columpio rodeado de hierbas altas. Sonreí como una niña pequeña a la que le dan una recompensa por haberse portado bien y corrí hacia ella sin importarme que me vieran los grupos de adolescentes que vagueaban por esa zona, o los padres que acompañaban a sus hijos pequeños para que jugasen con otros niños.

-¡CRIS!- Grité emocionada.

Ella saltó y me abrazó, es curioso como en tan poco tiempo podíamos haber cogido tanta confianza e intimidad.

Arranqué una florecita que crecía desde el suelo, era una flor No me olvides de color azul.

-Ten, no me olvides nunca ¿vale?- ella la cogió

-Nunca podré olvidarte- y me miró con una tierna sonrisa en su cara.

Me empecé a reír, como cuando te entra esa risa floja tan agradable, hasta que te empiezas a ahogar por no poder parar.

-¡¿Qué te pasa?!

-Que parece que nos estamos comprometiendo.

Ella río, y me agarró de la mano, y entonces empezamos a saltar como dos tontas por el parque. Me sentía como una Diosa a su lado.

Entre risas y carreras paramos a descansar.

-¿sabes que somos superiores verdad?

-Obviamente que lo sé. Mira si tuviese una pistola no dudaría en dispararles a todos.

-¿Me lo dices enserio?

-Pues sí.

Ella se empezó a reír.

-¿Qué pasa interrogué?

-Qué me hace gracia que opines eso, porque yo siempre he pensado en matar a cualquier pavo que se me cruce.

Sonreí.

-Desechos sociales, desperdicios simplemente-reí

-Somos un par de psicópatas.

-Pues mola.

Empezamos a revolcarnos en el césped en un extraño juego que consistía en intentar pillar a Cristina sin dejar que ella me pillara a mí y viceversa.

Empezamos a hacer piruetas inventadas, mientras ella me contaba su transcurso de vida, la verdad era como una telenovela. No recuerdo el número de novios que me dijo tener, ni todas las amigas que le habían clavado un chuchillo por la espalda según ella (literalmente). A mí no me había pasado nada de eso, yo siempre había sido la infantil de las infantiles y jamás en mi vida había tenido novio, pero nunca nadie se había metido conmigo.

-Alicia.

Era raro que alguien dijese mi nombre de esa manera, pero me gustó.

-Dime.

-Ten- Me dio un puñado de flores No me olvides, todas ellas blancas. Las cogí con delicadeza-No me olvides nunca- sonrío y yo la abracé.

Como había predicho había sido la mejor tarde del año, pero esperaba que hubiese muchas más.

SARA

Prefacio

Estaba tumbada en mi cama, arropada por un edredón; esperé a que el ruido que se producía todos los días desde hace diez años acabara. Mi padre se había convertido en un alcohólico y todas las noches acosaba y maltrataba a mi madre, ella lloraba, le lanzaba crueles amenazas a la cara e intentaba huir de aquella casa de locos. Desde la muerte de Sara toda mi familia había caído en una enorme depresión. Mi padre, empezó a jugar al póquer por las noches; cuando la suerte le abandonó pasaba noches enteras fuera de casa bebiendo desesperadamente, este hecho hizo que mi madre tuviera que dejar el trabajo; después, mi padre empezó a aparecer por casa sobre las dos, tres de la madrugada, y siempre se metía con mi pobre madre. Ella tenía una herida nueva cada día, y envejecía demasiado rápido. Yo entonces tenía 6 años, pero no había cambiado nada. Con el paso de los años nuestra mansión había quedado cubierta de mugre, las piedras se deshacían dejando huecos vacíos y la gran extensión de hierba que rodeaba el caserón se había marchitado. Los niños solían pasar por la casa en halloween y contar aterradoras historias sobre nuestra familia.

Siempre había esperado a que llegara el día en el que mi madre fuera lo suficientemente fuerte como para atreverse a denunciar a mi padre. Durante diez años solo he sentido miedo, tristeza, desesperación, ira, agobio… Pero nunca he expresado mis emociones, no me serviría de nada, simplemente. Y siempre había deseado el día de mi muerte.

1

-Buenos días- susurro mi madre con voz ronca.

Abrí los ojos lentamente y miré a la pared blanca, dándole la espalda.

-Siento que hoy sea más tarde que otros días, pero es que me he quedado dormida y cuando me he despertado ya eran las doce.-Me explicó.

Me di la vuelta y observé a mi madre, su figura estaba encogida y temblaba, le miré a la cara y distinguí que su ojo derecho estaba rodeado por una mancha morada, toda su cara estaba llena de arrugas, y su pelo rubio platino parecía el de una muñeca.

-Tu padre ya se ha ido a trabajar y yo me voy a hacer algunas compras, así que vas a estar sola durante toda la mañana. Estudia para el examen de mañana ¿de acuerdo?

Yo asentí sin mirarla.

Cuando mi madre se fue, me puse unos pitillos a juego con una camiseta de tirantes y botas de militar, todo negro. Me coloque en el brazo izquierdo mis dos pulseras favoritas, de cuero negro rodeadas de pinchos de acero. Me disponía a desayunar cuando me fijé en el colgante de plata con una calavera encima de mi escritorio. Lo cogí con mis dos manos y lo acaricié delicadamente, vi que a un lado de la joya había un cierre, lo abrí y contemple la imagen de Sara, sus ojos brillaban y sonreía como si fuese la niña más feliz del mundo. En el otro lado estaba yo, exactamente igual que Sara en todos los sentidos. Cerré la calavera y me la colgué al cuello.

Recordaba aquel día perfectamente.

Mi padre, había librado en el trabajo un domingo para llevarnos a un monte poco conocido. Después de horas de caminata llegamos a el claro más bonito del mundo, (o lo que pensé cuando lo vi). Sara me propuso jugar en el río y yo acepté con ganas; primero empezamos metiendo los pies en el agua. Pero después de media hora estábamos completamente sumergidas y con todas nuestras ropas caladas. Mi madre, intentando sacarnos del río se cayó dentro de éste, y mi padre no sé por qué razón, se tiro de cabeza y nos obligo a hacer una sesión de fotos.

También recordaba el domingo siguiente, pero mejor que el anterior. No me gustaba pensar en ese día, así que me puse más o menos a llevar una vida normal.

Fui a la cocina y cogí una manzana, le pegue un mordisco y oí aquella melodía que me llenaba la cabeza de imágenes aterradoras. Destrocé la manzana con una mano, sin mirar a ningún sitio y salí de la casa con apariencia tranquila; en el exterior del caserón, observé a un chaval de unos 16 años, sentado en una roca debajo de un almendro, tocando una guitarra y cantando.

-Deja de tocar la guitarra-dije sin mostrar ningún sentimiento al hablar y mirando la nuca del chico.

Este dejó de tocar y me miro con repugnancia.

-¿Acaso vives aquí?- me pregunto arqueando las cejas.

-Si te dijera que no, te mentiría, cosa que es muy absurda, a si que sí, vivo aquí.

Soltó una carcajada y me miro con incredulidad.

-Ya, aquí no vive nadie desde hace un siglo, es la cosa más absurda que he oído- dijo resaltando la palabra absurda.

-Si quieres te enseñó mi dulce hogar- dije enseñándole las llaves. Volvió a echarse a reír, recogió su guitarra y me miró fijamente.

¿Puedo preguntar por qué tengo que dejar de tocar?

-No dije calvando mi mirada en sus ojos azules.

-Vale, tranquila, no he dicho nada- y salió de mi parcela.

Antes de que girase para desaparecer de mi vista me miró y me sonrío meneando la cabeza.

Cuando se fue me senté en la misma roca en la que había estado él, y empecé a recordar aquella melodía. Sara tocaba la guitarra desde muy pequeña, esa canción era mi preferida y siempre la tocaba para mí. Inventamos una letra muy bonita y yo siempre la cantaba mientras ella tocaba. El siguiente domingo, Sara quería volver al claro, pero no podíamos, así que, se me ocurrió ir al bosque que teníamos en frente de casa. Mi hermana, con la ayuda de la funda llevaba al hombro su guitarra, mientras andábamos solas por el bosque. Después de bastante rato caminando, Sara se cansó del peso de ésta y paramos a descansar; ella abrió la funda con cuidado y sacó la guitarra, se puso a tocar nuestra canción y yo la canté una vez más, feliz de estar con mi hermana gemela, solas, sin preocuparnos por nada. Ella empezó a dar brincos mientras tocaba la guitarra y yo cantaba una y otra vez. Entonces llegamos a un claro parecido al del otro día pero no tan bonito.

Sara depositó la guitarra en el suelo del claro y me cogió la mano para intentar tirarme a un riachuelo que había, yo me negué y la empujé con todas mis fuerzas, se cayó al río de espaldas se enganchó el pie con un palo y se golpeó la cabeza contra una roca. Yo no sabía qué hacer, me quedé paralizada. Sara no paraba de gritar mi nombre con voz débil pero a la vez con desesperación. La voz se volvió ronca.

-¡Ana, Ana, Ana!- gritaba mi madre sacudiéndome.

De repente volvía a estar en mi jardín marchitado, enfrentada a mi madre. Volví a la realidad, a veces me pasaba, me sumergía tanto en mi mente que no recordaba ni quién era.

-¡Ana!, ¿qué haces aquí?-dijo mi madre intentando comprenderme-¡Te dije que aprovecharas el tiempo!, ¡y con eso me refería a que estudiases!, sabes que el lunes tienes un examen… ¡Y estamos a Domingo! ¿No comprendes cómo se pone tu padre cuando suspendes…?- Siguió gritando con una expresión confusa, mirándome fijamente a los ojo, como si creyera que eso me ayudaría a comprender las consecuencias.

No es que yo les hablara a mis padres sobre mis estudios, es más me daba igual suspender que sacar un diez. Pero mis profesores, se encargaban de comunicarles las fechas de los exámenes, al parecer porque se preocupaban por mí, como todo el mundo supuestamente.

-Así que Ana, son las dos ¿vale? Tienes media hora para estudiar antes de que llegue tu padre- Dijo mi madre despacio y alto para asegurarse de que la estaba escuchando.

Yo no dije nada porque no me parecía lógico mentir, gastabas tiempo para decir algo que no ibas a hacer, pero sí decía la verdad, o sea que no iba a estudiar. Mi madre me atraparía hasta que dijera que sí. Por eso me levanté de la roca y me dirigí a la mansión. Sentía la mirada de mi madre clavada en mi espalda, incluso cuando entre en la casa y cerré la puerta.

Fui a mi habitación y cerré con cerrojo, miré por la ventana y vi el bosque que teníamos en frente de casa, la imagen de la sangre que derramaba la cabeza de Sara hace diez años vino a mi mente.

La saqué del río y le meneé la cabeza. Lloré como nunca había llorado, Sara no reaccionaba. Recogí su guitarra y me la colgué al hombro; arrastré a Sara por el suelo mientras lloraba y gritaba, pensaba que nunca iba a llegar con todo el peso y la congoja, Sara seguía derramando sangre, e iba dejando un rastro rojo y pegajoso por todo el camino. Cuando llegué a casa, situé a Sara en la hierba (verde y fresca en esos tiempos) debajo de la sombra del almendro. Y eche a correr hasta mi casa. Me la recorrí entera; corriendo, gritando y berreando. Entonces oí un portazo, mi padre había llegado del trabajo.

El portazo se repitió. Volvía a estar en mi cuarto, enfrentada a mi ventana, observando el bosque, miré mi reloj: las dos y media, y entonces…

-¡Ya he llegado1-Dijo mi padre.

2

El ambiente se volvió tenso. Oí a mi madre recibiéndole y preguntándole cosas con un tono nervioso. Pero mi padre pidió mi audiencia.

-¡Ana, hija! ¿Es qué ni si quiera vas a saludar a tu padre?- Dijo gritando para que le oyera.

Hacía mucho que mi padre biológico había dejado de ser como un ´´padre`` para mí, así que ni me molesté en contestarle.

-Anda, hija que ya está la comida- Me dijo mi madre para que bajará.

No quería que por mi culpa el loco que estaba abajo la tomase con ella, así que bajé lentamente para complacerla

Mi padre me miró con repugnancia y meneo la cabeza

-Mírate, vas como una andrajosa, ¿pero qué pretendes?- Dijo mirándome a los ojos.

-Me da igual lo que opines, a mí me gusta cómo voy y esta ropa define mi personalidad- dije seriamente y sin desviar la mirada.

Hubo un silencio tenso y mi padre rompió en una tremenda carcajada.

-¿Tu personalidad?- dijo intentando contener la risa

-Sí… ¿qué te parece tan gracioso?

-¿y cuál coño es tu personalidad?-

-¡Dejadlo ya por favor! Vamos a sentarnos a comer- Dijo mi madre, y aunque no tuviese mucha autoridad, yo la hice caso y mi padre no tuvo más remedio que dejar de meterse conmigo.

Ella sirvió la poca comida que teníamos.

-¿Qué tal el trabajo, cariño?- Preguntó mi madre.

No entendía dos cosas de esa pregunta. Primera; mi padre no trabajaba, aunque mi madre siempre decía que estaba en el trabajo y él siempre decía que se iba a trabajar. Pero yo sabía que no trabajaba, porque leí la carta de despido, nunca llegaban cheques y las facturas eran inmensas, no sabía si esas insinuaciones eran para que yo no me enterara de que estábamos en la ruina, o porque como siempre, se hacían pasar por una familia de lo más normal. Y segunda; no entendía como mi madre podía llamar a una persona que la pegaba e insultaba ´´cariño``.

-Muy bien- contestó mi padre- Pero ¿qué te has hecho en el ojo?- dijo alarmado.

Miré asqueada a mi padre, seguramente se lo habría hecho el mismo ayer por la noche, pero, como actuaba de bien… ¿se creería un perfecto padre de familia o algo así?

-Nada me he agachado y me he dado con el pico de la mesa, no te preocupes- dijo mi madre con tono nervioso.

No lo podía entender ¿por qué mis padres no paraban de mentir sobre cosas tan serias? Cómo si yo no supiese todo lo que me intentaban ocultar.

-¿Es qué no te acuerdas?- Le dije a mi padre

-¿De qué, hija?- me preguntó haciéndose el tonto

-¡No me llames hija, no te lo mereces!, ¡mi padre murió hace diez años con Sara! Tú eres un completo desconocido-Y me retiré de la mesa para encerrarme en mi habitación.

Seguí oyendo de lejos como mi padre se interesaba sobre todos los detalles del golpe y la ayudaba a curárselo.

Volví a mirar por la ventana, pero esta vez observé el jardín y visualicé, el cuerpo de Sara tendido ahí en la hierba y a mi padre y a mí rodeándolo. Mi padre no se lo podía creer, tartamudeaba palabras incoherentes, entonces fue cuando se atrevió a agacharse y tocarla, sintió frío y no encontró el pulso por ningún lado, se levantó con los ojos llenos de lágrimas y me miró con una expresión inhumana, yo tenía miedo y no podía contener las lágrimas, esperaba que hubiera una solución, que no fuese más que una terrible anécdota, pero la furia de mi padre lo confirmaba todo. Sara estaba muerta.

Me acuerdo que mi padre se acercó a mí y me empezó a gritar, a pedirme una explicación, yo no podía hablar, casi no podía ni mantenerme en pie y entonces, me pegó. Me tiré al suelo haciéndeme un ovillo y gimiendo, pero mi padre no paró de torturarme hasta que llego mi madre, no me acuerdo muy bien de lo que paso después, pero si sé, que pese al dolor que ella sentía, me defendió y organizó todo ´´el funeral``.

No fue un funeral normal, nadie iba de negro, si no todo lo contrario, de blanco, mi madre decía que Sara era una niña muy luminosa y alegre y era la mejor forma de recordarla. Hubo varias personas que dijeron palabra dedicadas a ella, y también palabras de consuelo para nosotros.

No paré de llorar en todo el día, pero fue el último día, también el último día en que vestí blanco… y en el que sonreí. Fue una sonrisa fría y dolorosa, la realice al prometerle a Sara que no tardaría en reunirme con ella.

Volvía a la realidad, mi mirada estaba perdida y me encontraba mal, no podía evitar sentirme culpable por no haber cumplido esa promesa.

Oí a mi padre que se marchaba, y que mi madre llamaba a mi puerta.

-¡Ana ahora sí que vas a estudiar!- dijo sin más.

Yo no la contradije, es más me puse a estudiar, pero para no pensar en Sara.

Esa noche fue diferente a las demás. Mi padre volvió temprano y no estaba borracho.