Una chica de ojos claros y cabello oscuro admiraba la luna con brillo en los ojos, parecía poseída por el astro.
Hace dos meses, en aquel mismo lugar un anciano mendigo un tanto ido, intentó rasgarle la garganta con su navaja.
Pero por arte de magia un desconocido apareció de improviso y acuchilló al mendigo.
La chica se quedó muy impactada, y tartamudeando preguntó al desconocido su nombre. No hubo respuesta, se marcho sin más.
Ella, tenía mucho interés sobre la identidad de su salvador.
Había acudido todas las noches a ese mismo lugar, esperando encontrarle, pero no hubo suerte.
No le volvió a ver hasta que pasaron 28 noches después del incidente. En esa ocasión estaba entre un sueño y la realidad cuando el misterioso chico apareció y lo único que hizo fue decirle que durmiera tranquila, ya que él estaba ahí para protegerla; ella le hizo caso, pero al despertar ya no estaba.
Decidió no volver hasta que volvieran pasar 28 días.
Y ahora, 28 días más tarde estaba ahí, esperando con impaciencia a su salvador, mientras se colocaba una capa color crema para esconder sus harapos. Llevaba ya dos horas esperando sentada en la arena de la playa y mirando a la Luna. Sabía que esa noche no se dormiría, porque había tomado una buena dosis de cafeína, pero igualmente tenía miedo de que no se presentase. Se aliso el pelo con las manos y miró a la derecha, nada. Después miró hacia la izquierda y le dio un vuelco al corazón.
Un chico castaño, con ojos oscuros y labios gruesos avanzaba a el lugar donde ella estaba.
Inmediatamente se levantó y acudió tímidamente a su encuentro.
Se quedaron un tiempo callados, mirándose a los ojos fijamente hasta que ella rompió el silencio.
-¿Quién eres?
El sonrío mostrando unos dientes blancos sin ningún defecto aparente.
-Me hace gracia que insistas, pese a que la otra noche no te respondí.
Ella no entendía su actitud, ni su misterio pero volvió a hablar.
-¿y te puedo hacer otra pregunta?
-Supongo.
-¿Por qué me salvaste?
-¿Por qué no iba a hacerlo?
La respuesta la desconcertó y solo pudo responder.
-No lo sé.
El chico se sentó relajado, ella imitó sus movimientos.
-No eres de aquí, ¿verdad?-Siguió preguntando.
-No, no soy de ningún sitio en realidad.
-¿Eres alguna especie de comerciante ambulante?
-No.
-¿Entonces?
Él se quedó pensativo, y después volvió a sonreír y mirarla a los ojos.
-Verás, mi madre recorre el mundo en 28 días y yo no me puedo quedar en un sitio más de una noche.
A ella no le llamo la atención en el poco tiempo que recorrían el mundo él y su madre. SI no el hecho de que todavía viviesen juntos.
-¿Sigues viviendo con tu madre?.
-Sí, lamentablemente no puedo vivir sin ella.
La chica emitió una sonrisa triste.
-Yo no conocí a la mía. En ningún momento fui deseada, y al nacer me abandonó en alguna callejuela. Una anciana me cuidó hasta que falleció, después me crié independientemente.
-¿Vives en la calle?
-Sí- titubeó.
-Tenemos algo en común- la miró y prosiguió- Te salvé porque eres preciosa.
Ella re ruborizó, al tiempo que replicaba.
-Soy una mendiga cualquiera.
-Pero tienes el alma pura.
ella le miró consternada y sin hacer caso a esa extraña revelación, siguió preguntando.
-¿Cómo te llamas?
-No tengo ningún nombre, llámame como quieras.
-¿te gusta Lorenzo?
Se empezó a reír y preguntó.
-¿Cómo el Sol?
-Sí, esque yo me llamo Catalina, como la Luna.
-A mí madre ciertas personas de estas provincias también la llaman así.-Calló un momento- De acuerdo Lorenzo está bien.
Se quedaron toda la noche hablando hasta que ella se durmió entre sus brazos.
Por la mañana él volvía a no estar.
Durante 28 días Catalina robó todo el dinero posible de el mercado y se compró un vestido plateado juntó con adornos para ataviarse.
Esa noche, Catalina volvía a estar en la playa iluminada por la Luna. Con su vestido, un collar de conchas y un broche de oro que sujetaba su melena en un moño.
Estaba muy nerviosa y miraba todo el rato hacia la izquierda, pero de repente de detrás suya surgió Lorenzo que la agarró y la levantó.
-¡Ahhhhh! ¡Para!- Gritaba con cierta entonación feliz.
- Tranquila, solo nos vamos a dar un baño en el...
-Eso si que no. ¡ Suéltame!- Intentaba desprenderse de los potentes brazos de su amigo, pero al no poder empezó a rogarle que la liberase.
-¿Sabes lo qué me ha costado este vestido?
-Pues quitatelo.
-¿estás loco?
- Además, seguro que no has ganado el dinero limpiamente.
Y al decir esto la soltó.
-Gracias- Se colocó el moño y le miró, sonreía ensenando todos sus perfectos dientes.
-Hola.
-¿Hola?
- Sí, hola. No me había dado tiempo a decírtelo.
-Ah, pues entonces Hola.
-Sí, sí. Hola.
Catalina se quedó pensando cuando de repente Lorenzo la volvió a coger y la llevó directa al mar.
Catalina intentaba salir para coger oxígeno, pero se ahogaba. Lorenzo al percatarse le dio la mano y la ayudó a no ahogarse.
-¡ERES UN VERDADERO IDIOTA!
-Venga, Cat. Tu vestido ya se secará, y seguro que nos lo pasamos muy bien.
-Pero esque no se nadar.
-Pues te enseño, vamos ven.
Catalina tenía muchas dificultades para no hundirse, pero al cabo del rato empezó a hacerle aguadillas y huir de él, mientras reían y gritaban. Él la llamaba para que se acercara y la sujetaba entre sus brazos mientras nadaba. Cuando al fin salieron Catalina se tumbó en la arena y respiró lentamente. Lorenzo se tumbó a su lado.
-¿Ves qué es divertido?-Preguntó él.
-Sí- dijo recuperando la respiración- Quédate conmigo, por favor.-Dijo mientras cerraba los ojos.
-Ya te he dicho que no puedo.
-Pues me voy yo contigo.-Dijo mientras se empezaba a dormir
-Tampoco puedes.
-¿por qué?- Consiguió decir tras un bostezo.
-Porque no.
-Te quiero.-Dijo finalmente dormida.
-Y yo a tí.
Catalina nunca se enteró de esto, ya que estaba completamente dormida.
Durante el transcurso del día siguiente Catalina no se movió ni cambió de posición siquiera, simplemente pensó en Lorenzo.
Por la noche cuando empezaba a subir la marea fue directa hacia unos contenedores y cogió un bocadillo mordisqueado. No tenía ganas de pedir limosna, ni de robar a los niños más despistados. Lo único que quería era ver a Lorenzo.
Pero si le quería ver, lo único que tenía que hacer era mantenerse viva hasta durante 28 días.
Pasaban los días y ella iba adelgazando más aún de lo que ya estaba. Pero el recuerdo de Lorenzo la hacía tenerse en pie.
La noche de Luna llena, Catalina se tambaleaba en la playa con su vestido plateado rozando la arena y moviéndose el pelo, enmarañado y grasiento.
Esta vez Lorenzo apareció andando desde el mar y ella avanzó hasta él abrazándole y sin poder resistir el llorar.
Él la tranquilizó y al separarse de ella la besos en los labios apasionada e intensamente, como haría un príncipe tras rescatar a su princesa del mal.
Durante la noche estuvieron abrazados y susurrándose palabras dulces hasta que Catalina le miró a los ojos y confeso.
- Me muero.
hubo un silencio incomodo.
-No puedo soportar ni un día más sin verte, porque eres lo único que he amado. Y me da igual lo que digas, pero esta noche te seguiré a donde quiera que vayas.
Él sonrío tristemente y dijo.
-Da igual cuanto estés dispuesta a seguirme. Porque no podrías.
-¡¿ Por qué?!- Gimió.
No respondió.
-No se nada de ti, eres un completo misterio, dime al menos una respuesta. Para que así, pueda morir en paz..
La miró a los ojos, y durante ese instante fue como si el tiempo se detuviera.
-Soy el hijo de la Luna, y no puedo vivir sin su luz, y siempre tengo que estar en el lugar donde ella este en su máximo esplendor, es decir cuando sea Luna llena, por eso estoy dotado de una velocidad superior a la de cualquier ser humano capaz de seguirla a cualquier lugar.
- Empiezo a comprender. Por eso estabas aquí todas las noches de Luna llena, y solo entonces... y cuando me contaste que por esta región llaman a tu madre Catalina, y que no podías vivir sin ella. Ahora todo cobra sentido.
Catalina suspiró y sonrío mirando a la arena. Estaba claro que era un amor inalcanzable.
-Ahora puedo morir en paz..
No volvieron a hablar y ella esta vez no se durmió. Al amanecer, Lorenzo se marcho y Catalina se quedó allí, mirando al mar mientras amanecía.
Pasaron dos semanas y Catalina no se movió, tenía quemaduras por los brazos y la cara, algas pegadas al cuerpo y unas ojeras extremadamente marcadas. Además estaba muy flaca por no comer durante tanto tiempo y deshidratada.
En un día cualquiera, Catalina murió de pena. Su corazón dejó de latir, y sus pulmones de funcionar.
Nadie se preocupó por apartarla de la playa y ni siquiera de incinerarla, simplemente siguió ahí plantada, tumbada, llena bichos que la devoraban.
La noche de Luna llena, cuando Lorenzo apareció y vio el cadáver de su amada, rompió a llorar como una niña a la que le han quitado su golosina.
Se quedó toda la noche meciendo a Catalina, pero empezó a amanecer y la Luna le imploraba que la olvidase y que la acompañase, sin embargo, Lorenzo no se movió ni aún sintiendo el dolor de su madre. Y cuando ella desapareció, suplicando a gritos y llorándole, y apareció el Sol majestuosamente. Lorenzo desapareció, como un vampiro al que clavan una estaca en el corazón. Como si nunca hubiera existido, y fue a reunirse con Catalina.
Y la Luna se dio la vuelta para siempre y no volvió a mostrar la horrible mueca que se le quedó grabado en el rostro.
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Atentamente Cimenitrix
domingo, 11 de septiembre de 2011
Catalina y Lorenzo
Aveces el ser humano, tiene la manía de encapricharse con lo inalcanzable.
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Me encanta esta historia. Es perfecta en todos los sentidos. :)
ResponderEliminarmuchísimas gracias enserio
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